El demoledor estudio publicado por el dominical británico The Sunday Times, deja poco lugar para la duda razonable.
Sólo cinco días después de que la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido publicase el dato de que el país registra en estos momentos la tasa de desempleo más alta de los últimos 16 años (2,5 millones de desempleados, 8% de la población activa), el rotativo británico revelaba que las 1.000 fortunas más notables de Gran Bretaña incrementaron sus riquezas una media del 30% durante 2009.
El año de la crisis sólo perjudicó a los millones de trabajadores que, de la noche a la mañana, se vieron privados de sus proyectos de vida. En el otro lado de la balanza, los ricos más ricos no sólo no cayeron sino que aumentaron sus beneficios.
Si esta situación es escandalosa en Gran Bretaña, nuestro país no resiste ninguna comparación. Con una tasa de paro del 19% después de la mayor acumulación de capital de la historia reciente, durante la década 1999–2008, la brecha entre ricos y pobres cada vez es más amplia y más inconstitucional.
De nuevo se demuestra que la causa fundamental de la crisis mundial no reside en las hipotecas–basura norteamericanas, ni en el descontrol con el que ha actuado la economía financiera, sino en una inadecuada redistribución de la riqueza a nivel planetario, que convierte al sistema en una quimera insostenible.
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