Bernardo Kliksberg
A pesar de la crisis la humanidad tiene un potencial gigantesco y una base científico-tecnológica formidable. Sin embargo, su organización social básica ha demostrado ser ineficiente, y sesgada hacia unos pocos. Si se persiste en políticas que signifiquen "más de lo mismo", los próximos 50 años pueden ver crecer la exclusión y la pobreza Los países pobres, y ricos, serán entonces extremadamente peligrosos, y la calidad de vida caerá verticalmente para todos
La Universidad de la ONU midió la distribución de los patrimonios del mundo. El 10% más rico, concentrado en 20 países, tiene 85% del capital. El 50% más pobre, 1%.
Las diferencias de ingresos entre el 20% más rico, y el 20% más pobre eran de 20 a 1 en 1960, subieron a 60 a 1 en 1990, y se elevaron a 74 a 1 en 1997.
Estas brechas se expresan finalmente en la esperanza de vida. En los países ricos está cercana a los 80 años, en los más pobres, apenas a los 50 años.
La ONU ha destacado que "las desigualdades globales en ingresos, y standards de vida, alcanzan proporciones grotescas".
Resalta Somavia (Director OIT) sobre la crisis actual que "el tema central es el crecimiento de la desigualdad". Ya advirtió Koffi Annan "Sin una medida de solidaridad ninguna sociedad puede ser estable. No es realista pensar que algunas personas puedan derivar grandes beneficios de la globalización, mientras millones de otras son dejadas al margen o arrojadas a la pobreza abyecta".
El 2009 encuentra al género humano con una explosión tecnológica excepcional. Al mismo tiempo con asimetrías agudas que impiden el acceso de la mayoría a los enormes beneficios de las nuevas tecnologías, y a los bienes más básicos. La crisis en curso, agrava estos problemas.
La situación confronta al planeta con muy exigentes desafíos. El modo en que se enfrenten determinará lo que será el mundo 50 años después. Entre los más importantes:
a.) Es imprescindible volver a integrar ética y economía
Explicando las causas del desplome de la economía americana dice Obama: "Nuestra economía se ha debilitado enormemente como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos". Se refería a factores como la falta de ética en las políticas públicas que dejaron de proteger el interés colectivo dejando sin regulaciones mercados claves como los financieros, a los operadores económicos que especularon salvajemente, a los altos ejecutivos que llevaron a riesgos extremos sistemáticos a sus bancos y Fondos para obtener los mayores ingresos personales. Todo ello fue legitimado por una ortodoxia económica, que escinde la ética de la economía, presentando a esta última como un mero proceso técnico. La falta de orientación, y control ético de los mercados y de la economía la llevó a lo que el Primer Ministro francés Fillon llamó "un capitalismo de casino" donde unos pocos jugaron con los ahorros de todos.
Volver a una economía regulada por la ética como aparece en las encíclicas de Juan XXIII será un desafío central para el próximo medio siglo.
b.) Los niveles de pobreza actúales son inadmisibles
Las revoluciones en ciencia y tecnología han generado instrumentos productivos inéditos, desde la biotecnología, hasta el Internet. El mundo podría hoy producir alimentos para el doble de su población actual, y satisfacer las necesidades básicas de todos. Sin embargo, más de 900 millones tienen hambre, 1.200 millones carecen de agua potable, 2.600 millones no tienen instalaciones sanitarias, y 2.000 millones no tienen electricidad.
Cada año mueren 10 millones de niños por causas evitables, y 500.000 madres de los países pobres durante el embarazo o el parto. Mientras que en Noruega muere una madre cada 14.000 partos, en América Latina es una cada 160.
Por todo ello, ha planteado el Diálogo Mundial de las Religiones sobre el Desarrollo: "todas las religiones ven a la extrema pobreza en el mundo actual como una ofensa a la Humanidad, y una ruptura de la confianza con la familia humana".
c.) Las altas desigualdades son una traba un fundamental al desarrollo. Las enormes brechas entre los países y a su interior impiden el desarrollo. Los países pobres pierden anualmente por el proteccionismo de los países ricos, más de 800.000 millones de dólares.
Por otra parte, aunque un país pobre crezca si es muy desigual los efectos del crecimiento no llegan a la mayor parte de la población.
El siglo XXI debería ser el siglo en donde la Humanidad que derrotó en siglos anteriores la esclavitud, y generalizó los derechos humanos, dé la batalla contra las grandes inequidades.
d.) Enfrentar el deterioro medio ambiental
A pesar de la crisis, el planeta debe encarar cuanto antes a fondo el creciente desequilibrio ecológico. Las graves previsiones del panel premio Nobel integrado por 2.000 científicos de 130 países, están siendo sobrepasadas por los hechos. El agregado de gases contaminantes a la atmósfera ha sido en esta década mayor aun a los 90. Ya los países pobres están inmersos en los desequilibrios. En los últimos años mientras sólo de 1 de cada 1.500 habitantes de países ricos fue impactado por ellos, en los países pobres fue 1 de cada 19.
Enfrentar estos y otros desafíos críticos, requiere construir un modelo económico de nuevo cuño, centrado en la equidad, y la inclusión. Un modelo donde todas las personas puedan ser productoras y consumidoras.
Para ello será necesario fijar nuevas reglas de juego en la economía mundial que promuevan el desarrollo de los países más pobres, e incrementen sustancialmente la solidaridad internacional. Por otro lado, diseñar políticas públicas activas, transparentes, bien gerenciadas, de alta calidad, regular los mercados, desarrollar la responsabilidad social empresarial, vigorizar la sociedad civil, la participación del ciudadano, el control social, procurar amplias concertaciones entre Estado, empresas y sociedad civil.
A pesar de la crisis la Humanidad tiene un potencial gigantesco, y una base científico-tecnológico formidable. Sin embargo, su organización social básica ha demostrado ser totalmente ineficiente, y sesgada hacia unos pocos. Si se persiste en políticas que signifiquen "más de lo mismo", los próximos 50 años pueden ver crecer la exclusión, la pobreza, las inequidades, y con ellos las guerras, la inseguridad, la xenofobia, y el racismo.
En este escenario, los países pobres, y ricos, serán entonces extremadamente peligrosos, y la calidad de vida caerá verticalmente para todos.
Si los desafíos son enfrentados con perspectivas y políticas que atiendan a los llamados por justicia social, equidad, acceso universal a las oportunidades, que están contenidos en la sabiduría espiritual más antigua del género humano, el escenario será de mucho mayor simetría entre los países y a su interior, y en definitiva de mayor acceso a la felicidad.
El autor ha sido distinguido con los Doctorados Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela, y de la Universidad Rey Juan Carlos de España.
EL UNIVERSAL
A pesar de la crisis la humanidad tiene un potencial gigantesco y una base científico-tecnológica formidable. Sin embargo, su organización social básica ha demostrado ser ineficiente, y sesgada hacia unos pocos. Si se persiste en políticas que signifiquen "más de lo mismo", los próximos 50 años pueden ver crecer la exclusión y la pobreza Los países pobres, y ricos, serán entonces extremadamente peligrosos, y la calidad de vida caerá verticalmente para todos
La Universidad de la ONU midió la distribución de los patrimonios del mundo. El 10% más rico, concentrado en 20 países, tiene 85% del capital. El 50% más pobre, 1%.
Las diferencias de ingresos entre el 20% más rico, y el 20% más pobre eran de 20 a 1 en 1960, subieron a 60 a 1 en 1990, y se elevaron a 74 a 1 en 1997.
Estas brechas se expresan finalmente en la esperanza de vida. En los países ricos está cercana a los 80 años, en los más pobres, apenas a los 50 años.
La ONU ha destacado que "las desigualdades globales en ingresos, y standards de vida, alcanzan proporciones grotescas".
Resalta Somavia (Director OIT) sobre la crisis actual que "el tema central es el crecimiento de la desigualdad". Ya advirtió Koffi Annan "Sin una medida de solidaridad ninguna sociedad puede ser estable. No es realista pensar que algunas personas puedan derivar grandes beneficios de la globalización, mientras millones de otras son dejadas al margen o arrojadas a la pobreza abyecta".
El 2009 encuentra al género humano con una explosión tecnológica excepcional. Al mismo tiempo con asimetrías agudas que impiden el acceso de la mayoría a los enormes beneficios de las nuevas tecnologías, y a los bienes más básicos. La crisis en curso, agrava estos problemas.
La situación confronta al planeta con muy exigentes desafíos. El modo en que se enfrenten determinará lo que será el mundo 50 años después. Entre los más importantes:
a.) Es imprescindible volver a integrar ética y economía
Explicando las causas del desplome de la economía americana dice Obama: "Nuestra economía se ha debilitado enormemente como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos". Se refería a factores como la falta de ética en las políticas públicas que dejaron de proteger el interés colectivo dejando sin regulaciones mercados claves como los financieros, a los operadores económicos que especularon salvajemente, a los altos ejecutivos que llevaron a riesgos extremos sistemáticos a sus bancos y Fondos para obtener los mayores ingresos personales. Todo ello fue legitimado por una ortodoxia económica, que escinde la ética de la economía, presentando a esta última como un mero proceso técnico. La falta de orientación, y control ético de los mercados y de la economía la llevó a lo que el Primer Ministro francés Fillon llamó "un capitalismo de casino" donde unos pocos jugaron con los ahorros de todos.
Volver a una economía regulada por la ética como aparece en las encíclicas de Juan XXIII será un desafío central para el próximo medio siglo.
b.) Los niveles de pobreza actúales son inadmisibles
Las revoluciones en ciencia y tecnología han generado instrumentos productivos inéditos, desde la biotecnología, hasta el Internet. El mundo podría hoy producir alimentos para el doble de su población actual, y satisfacer las necesidades básicas de todos. Sin embargo, más de 900 millones tienen hambre, 1.200 millones carecen de agua potable, 2.600 millones no tienen instalaciones sanitarias, y 2.000 millones no tienen electricidad.
Cada año mueren 10 millones de niños por causas evitables, y 500.000 madres de los países pobres durante el embarazo o el parto. Mientras que en Noruega muere una madre cada 14.000 partos, en América Latina es una cada 160.
Por todo ello, ha planteado el Diálogo Mundial de las Religiones sobre el Desarrollo: "todas las religiones ven a la extrema pobreza en el mundo actual como una ofensa a la Humanidad, y una ruptura de la confianza con la familia humana".
c.) Las altas desigualdades son una traba un fundamental al desarrollo. Las enormes brechas entre los países y a su interior impiden el desarrollo. Los países pobres pierden anualmente por el proteccionismo de los países ricos, más de 800.000 millones de dólares.
Por otra parte, aunque un país pobre crezca si es muy desigual los efectos del crecimiento no llegan a la mayor parte de la población.
El siglo XXI debería ser el siglo en donde la Humanidad que derrotó en siglos anteriores la esclavitud, y generalizó los derechos humanos, dé la batalla contra las grandes inequidades.
d.) Enfrentar el deterioro medio ambiental
A pesar de la crisis, el planeta debe encarar cuanto antes a fondo el creciente desequilibrio ecológico. Las graves previsiones del panel premio Nobel integrado por 2.000 científicos de 130 países, están siendo sobrepasadas por los hechos. El agregado de gases contaminantes a la atmósfera ha sido en esta década mayor aun a los 90. Ya los países pobres están inmersos en los desequilibrios. En los últimos años mientras sólo de 1 de cada 1.500 habitantes de países ricos fue impactado por ellos, en los países pobres fue 1 de cada 19.
Enfrentar estos y otros desafíos críticos, requiere construir un modelo económico de nuevo cuño, centrado en la equidad, y la inclusión. Un modelo donde todas las personas puedan ser productoras y consumidoras.
Para ello será necesario fijar nuevas reglas de juego en la economía mundial que promuevan el desarrollo de los países más pobres, e incrementen sustancialmente la solidaridad internacional. Por otro lado, diseñar políticas públicas activas, transparentes, bien gerenciadas, de alta calidad, regular los mercados, desarrollar la responsabilidad social empresarial, vigorizar la sociedad civil, la participación del ciudadano, el control social, procurar amplias concertaciones entre Estado, empresas y sociedad civil.
A pesar de la crisis la Humanidad tiene un potencial gigantesco, y una base científico-tecnológico formidable. Sin embargo, su organización social básica ha demostrado ser totalmente ineficiente, y sesgada hacia unos pocos. Si se persiste en políticas que signifiquen "más de lo mismo", los próximos 50 años pueden ver crecer la exclusión, la pobreza, las inequidades, y con ellos las guerras, la inseguridad, la xenofobia, y el racismo.
En este escenario, los países pobres, y ricos, serán entonces extremadamente peligrosos, y la calidad de vida caerá verticalmente para todos.
Si los desafíos son enfrentados con perspectivas y políticas que atiendan a los llamados por justicia social, equidad, acceso universal a las oportunidades, que están contenidos en la sabiduría espiritual más antigua del género humano, el escenario será de mucho mayor simetría entre los países y a su interior, y en definitiva de mayor acceso a la felicidad.
El autor ha sido distinguido con los Doctorados Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela, y de la Universidad Rey Juan Carlos de España.
EL UNIVERSAL
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