Angel García Banchs //
Todavía hoy, un alto porcentaje de venezolanos cree que Venezuela es un país rico porque tiene petróleo y que, por tanto, los ranchos, la necesidad y la miseria serían esencialmente el producto de un problema asociado a la repartición de la torta petrolera, torta que si un justiciero o mesías repartiese igualitariamente entre todos los venezolanos sería capaz de acabar por sí sola con nuestras carencias.
Mientras el problema de los políticos y los ciudadanos sea a quién, cuándo, cuánto y cómo repartir la torta petrolera, en lugar de cómo hacer, o cómo ingeniársela para expandir la producción no petrolera, Venezuela seguirá siendo económicamente pobre. La razón es muy sencilla, pero, aun así, no queremos entenderla: el petróleo por sí solo genera casi todas las divisas que utilizamos para importar y efectuar pagos al exterior, pero (dicho grosso modo) no genera empleo; es por ello que somos pobres.
Podemos con el petróleo importar, viajar, comprar bienes, servicios, activos reales y financieros en el exterior, pero no podemos generar con él siquiera el 1% de los empleos que tanto reclama el país. Es por esta razón que somos un país pobre en lo económico. Un simple ejercicio puede confirmarlo: en promedio, nuestras exportaciones petroleras por persona no alcanzó siquiera en el 2008 los 280USD$ (o aproximadamente 600Bs.F) mensuales, monto este que posiblemente este año llegue a la mitad.
El lector, para corroborarlo, puede tomar la cifra de exportaciones petroleras del 2008 publicada por el BCV (87.443USD$ millones), dividirla entre 26 millones de personas y, posteriormente, entre 12 meses que conforman un año. Los resultados demuestran claramente lo pobre que somos en promedio. Engañar al pueblo venezolano con que somos ricos ha sido tarea de los políticos del pasado, incluida la actual administración.
Haciéndonos pensar que lo somos, los políticos han logrado que muchos hayan creído que nos merecemos todo sin mayor esfuerzo, y que podemos depender absolutamente del Estado a quien no debemos pagar impuestos. Es que el gran temor de los políticos ha sido que paguemos impuestos al Estado, pues saben que cuando lo hagamos exigiremos que nos rindan cuentas en vez de rogarles para que nos den dádivas o petro-limosnas.
La tarea de la clase política venezolana ha sido arrodillar al ciudadano frente al Estado, tal y como si fuésemos sus súbditos. Más aún, nos han hecho pensar que no pagando impuestos los vivos o beneficiados somos nosotros, cuando en realidad estamos perdiendo gran parte de nuestros derechos, y canjeando nuestros votos por sus limosnas.
Venezuela es pobre; es muy pobre. ¡Basta ya de engañarnos! Estamos inmersos en una discusión de pendejos; hemos caído en la trampa. Nuestra discusión no debería ser si repartimos el ingreso petrolero entre chavistas o no chavistas, entre los del PSUV o los de la oposición, entre este grupo o este otro, sino, repito, cómo hacer para expandir la producción y exportaciones no petroleras.
No se trata de convertir a Venezuela en un país de ciudadanos cuya única preocupación sea ser productivos y competitivos; no: Venezuela puede seguir siendo una nación cuya gente se preocupe por ser feliz, disfrutar de las relaciones sociales, del clima venezolano, de la rumba, y pare el lector de contar; de lo que se trata es que para dejar de ser pobres en lo económico debemos pensar cómo expandir la producción, la productividad y competitividad del sector que sí genera empleos: el no petrolero.
Los venezolanos somos ricos en lo social y en lo relacionado a la naturaleza, se trata, pues, de pasar la página y discutir sobre lo que tenemos que discutir: el empleo auténtico, único capaz de permitir que Venezuela deje de ser un rico país pobre.
Todavía hoy, un alto porcentaje de venezolanos cree que Venezuela es un país rico porque tiene petróleo y que, por tanto, los ranchos, la necesidad y la miseria serían esencialmente el producto de un problema asociado a la repartición de la torta petrolera, torta que si un justiciero o mesías repartiese igualitariamente entre todos los venezolanos sería capaz de acabar por sí sola con nuestras carencias.
Mientras el problema de los políticos y los ciudadanos sea a quién, cuándo, cuánto y cómo repartir la torta petrolera, en lugar de cómo hacer, o cómo ingeniársela para expandir la producción no petrolera, Venezuela seguirá siendo económicamente pobre. La razón es muy sencilla, pero, aun así, no queremos entenderla: el petróleo por sí solo genera casi todas las divisas que utilizamos para importar y efectuar pagos al exterior, pero (dicho grosso modo) no genera empleo; es por ello que somos pobres.
Podemos con el petróleo importar, viajar, comprar bienes, servicios, activos reales y financieros en el exterior, pero no podemos generar con él siquiera el 1% de los empleos que tanto reclama el país. Es por esta razón que somos un país pobre en lo económico. Un simple ejercicio puede confirmarlo: en promedio, nuestras exportaciones petroleras por persona no alcanzó siquiera en el 2008 los 280USD$ (o aproximadamente 600Bs.F) mensuales, monto este que posiblemente este año llegue a la mitad.
El lector, para corroborarlo, puede tomar la cifra de exportaciones petroleras del 2008 publicada por el BCV (87.443USD$ millones), dividirla entre 26 millones de personas y, posteriormente, entre 12 meses que conforman un año. Los resultados demuestran claramente lo pobre que somos en promedio. Engañar al pueblo venezolano con que somos ricos ha sido tarea de los políticos del pasado, incluida la actual administración.
Haciéndonos pensar que lo somos, los políticos han logrado que muchos hayan creído que nos merecemos todo sin mayor esfuerzo, y que podemos depender absolutamente del Estado a quien no debemos pagar impuestos. Es que el gran temor de los políticos ha sido que paguemos impuestos al Estado, pues saben que cuando lo hagamos exigiremos que nos rindan cuentas en vez de rogarles para que nos den dádivas o petro-limosnas.
La tarea de la clase política venezolana ha sido arrodillar al ciudadano frente al Estado, tal y como si fuésemos sus súbditos. Más aún, nos han hecho pensar que no pagando impuestos los vivos o beneficiados somos nosotros, cuando en realidad estamos perdiendo gran parte de nuestros derechos, y canjeando nuestros votos por sus limosnas.
Venezuela es pobre; es muy pobre. ¡Basta ya de engañarnos! Estamos inmersos en una discusión de pendejos; hemos caído en la trampa. Nuestra discusión no debería ser si repartimos el ingreso petrolero entre chavistas o no chavistas, entre los del PSUV o los de la oposición, entre este grupo o este otro, sino, repito, cómo hacer para expandir la producción y exportaciones no petroleras.
No se trata de convertir a Venezuela en un país de ciudadanos cuya única preocupación sea ser productivos y competitivos; no: Venezuela puede seguir siendo una nación cuya gente se preocupe por ser feliz, disfrutar de las relaciones sociales, del clima venezolano, de la rumba, y pare el lector de contar; de lo que se trata es que para dejar de ser pobres en lo económico debemos pensar cómo expandir la producción, la productividad y competitividad del sector que sí genera empleos: el no petrolero.
Los venezolanos somos ricos en lo social y en lo relacionado a la naturaleza, se trata, pues, de pasar la página y discutir sobre lo que tenemos que discutir: el empleo auténtico, único capaz de permitir que Venezuela deje de ser un rico país pobre.
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